Te movías tan silenciosamente
que solo sentí crujir tu silla de pájaros,
y me hirieron tus ojos de neblina
como una lanza de hielo en el alma.
Solos en la noche
tu elevaste las manos
como un racimo de claveles asustados,
y en un magistral golpe de estrellas,
danzaron dos gritos, farolas y charcos.
Los vistes medirse con miedos las manos
teñidas de celos, licores y barro,
anhelan sus ojos la pelea y la sangre.
La noche esta fría,
cantan los puñales,
melodías de acero, de luz y de muerte.-